Quería hablar de un tema muy controvertido actualmente como es la
eutanasia. Pienso que a pesar de lo tabú que pueda resultar, es necesario
hablar de ello.
Según la wikipedia eutanasia se
define como la acción o inacción hecha para evitar sufrimientos a
personas próximas a su muerte, acelerándola ya sea a sabiendas de la persona o
sin su aprobación. Se puede considerar también como el hecho de morir sin
experimentar dolor. La palabra deriva del griego εὐθανασία /euzanasía/, que significa ‘buen morir’: εὖ eu (‘bueno’) y θάνατος zánatos (‘muerte’).
Creo que es un tema comprometido ya que cada persona le da un
significado distinto, dependiendo de las religiones o no, de interpretaciones
de términos, etc.
En mi opinión sería necesario valorar la eutanasia. Para mí la
eutanasia sería ayudar a poner fin de manera indolora a la vida de alguien
debido a grandes sufrimientos y padecimientos de su estado de salud, siempre
que la persona lo pida y sea consciente de ello. Poniéndome en la situación de
algún paciente terminal, donde cada día que pasa es un continuo sufrimiento y
padecimiento y saber que te queda tiempo
hasta que llegue el fin. Nadie quiere verse en esa situación. Creo que hoy en
día hace falta empatía, entender a esas personas que se encuentran en una
situación de sufrimiento debido a enfermedades o problemas de salud y que
realmente quieren poner fin prematuramente a su vida porque saben que el resto
que les queda por vivir va a ser una continua agonía, no se les permita hacerlo.
¿Es eso realmente ético? Impedir que personas tomen decisiones sobre su propia
vida, ¿es eso libertad? Si yo me encontrara en una situación en la que sé al
100% que mi vida va a ser un continuo sufrimiento hasta que fallezca, querría
poder disponer de los medios para poder poner fin a eso. Es mi punto de vista.
¿Por qué terceras personas tienen derecho a decidir si sigo sufriendo porque
para ellos no sea éticamente correcto ayudar a poner fin a una vida? Pero ¿es
ético prolongar la vida y el sufrimiento de otras personas? Está claro que si
fuera algo aceptado universalmente habría leyes. También pienso y creo que se
debería respetar que aquellas personas que aún estando en dicha situación y que
no quisieran poner fin a su vida se debería respetar igualmente.
En la eutanasia también hay que valorar otros puntos de vista. Uno
de ellos es el de la persona personas
que ayudan a poner fin a la vida. Yo personalmente creo que es difícil poner fin a la vida de alguien.
No por ello quiere decir que no haya que valorar la eutanasia en esos casos.
El punto de vista de los familiares de la persona afectada. Es
cierto que nadie quiere ver morir a sus seres queridos, pero igual de cierto es
que nadie quiere verlos sufrir ni agonizar.
Las tecnologías médicas pueden salvar muchas vidas, pero también prolongar
el sufrimiento y la agonía de forma innecesaria. Ocho de cada 10 franceses
considera conveniente legislar sobre el derecho de los ciudadanos a morir con
dignidad y acelerar, si es necesario, la llegada de la muerte. De acuerdo con
este estado de opinión, el Gobierno francés ha anunciado que en los próximos
meses enviará al Parlamento un proyecto legislativo para regular la ayuda al
suicidio y la asistencia médica en el final de la vida. Con esta decisión,
Francia se dispone ahora a transitar un camino, el de la regulación de la
eutanasia, que hasta ahora han recorrido en Europa muy pocos países: Bélgica y
Holanda han reglamentado la eutanasia activa, mientras que Estonia y Suiza
admiten la ayuda al suicidio.
La cifra de eutanasias practicadas en Bélgica alcanzó un récord
histórico en 2012, con un total de 1.432 casos, en pleno debate en el país
sobre la posibilidad de ampliarla a los menores y a las personas que sufren
enfermedades mentales degenerativas, del tipo del Alzheimer. La Comisión
Federal de Control y de Evaluación de la Eutanasia registró el pasado año 1.432
eutanasias en Bélgica, un 25 % más que en el año anterior, cuando se dieron
1.133 casos, según confirmó una portavoz de ese organismo a Efe.
Asimismo, según los datos difundidos, esta práctica es más común
entre la población de la región de Flandes, donde se realizó el 81 % de las
eutanasias (1.156 casos), frente al 19 % en Valonia (276). La razón sería la
proximidad de Flandes con Holanda, primer país europeo donde se despenalizó la
eutanasia, explicó la portavoz. En concreto, la mayoría de estas prácticas se
realizó en pacientes con cáncer, aunque también se aplicó a personas con
trastornos neurológicos.
A pesar de las cifras, desde la institución aseguran que esta
práctica es un "fenómeno marginal" en el país y que representa sólo
el 2 % del total de las muertes que se producen en Bélgica anualmente.
Hace diez años, Bélgica siguió el ejemplo de Holanda, al ser
el segundo país en despenalizar parcialmente la eutanasia poco después que lo
hiciera el Estado vecino. La ley, que entró en vigor el 22 de septiembre de
2002, permite a los médicos aplicar la eutanasia en casos de enfermos que lo
soliciten y estén afectados de dolencias incurables que les provoquen
"sufrimientos físicos o psíquicos constantes e insoportables".
No puede hablar, le alimentan con papillas, sufre como una
humillación depender para casi todo de sus cuidadores. Pero puede pensar. El
derrame le dejó intacto el intelecto, lo que multiplica de forma insoportable
la esclavitud de vivir atrapado en un cuerpo inerme: "¿Estoy agradecido a
los médicos porque he sobrevivido? No. Ellos no tienen que vivir con las
consecuencias. Si volviera al pasado dejaría que la naturaleza siguiera su
curso y no pediría ayuda".
Los avances tecnológicos no solo le ataron a la vida: también le
permiten manejar un ordenador con los párpados. Puede escribir. Y manejar la
televisión. Encender y apagar la luz de su habitación. O pedir ayuda cuando el
no poder rascarse la oreja es insoportable.
Cuando comprendió que aquello no cambiaría, que "solo podía
ir a peor", se dio dos años de reflexión sobre su futuro. En 2007 ordenó
que le retiraran toda la medicación y que no le trataran si empeoraba. Y empezó
a luchar para tener el derecho a suicidarse. No hoy, quizás tampoco mañana,
pero seguramente pronto. Pero no se puede suicidar sin la ayuda de alguien. Y
la ley británica prohíbe esa ayuda. Tony Nicklinson no quiere matarse, quiere
saber que podrá morir cuando él quiera. Cree que la ley discrimina a los
discapacitados físicos al no dejarles hacer algo que los demás sí pueden:
elegir, libre y conscientemente, dejar de vivir.
Ha llevado su caso a los tribunales y el Tribunal Superior de
Justicia ha empezado a estudiarlo esta semana pasada. El Gobierno, sin embargo,
dice que esas cosas dependen del Parlamento, no de un juez. "Los políticos
son unos cobardes", interviene él mientras Jane se queja de los políticos.
"Mucha gente cree que Tony quiere morir mañana, pero no es
eso lo que quiere. Sabe que llegará el momento en que su vida se convierta en
algo insoportable y que quiera acabar con eso. Pero no es algo inmediato.
Quiere saber que, cuando llegue el momento, será capaz de hacerlo. Porque ahora
mismo no puede". Él interviene en la conversación: "Para el
futuro", dice. "Quiere saber que en el futuro podrá acabar con su
vida".
"Los médicos dicen que no pueden hacer nada y, para mí, los
cuidados paliativos no significan nada", ha escrito él en uno de sus
textos. "Mis opciones son limitadas. Puedo seguir así hasta que muera
(porque el Estado me dice que tiene que ser así - plan A). Puedo dejarme morir
de hambre, una forma especialmente horrible de marcharse y angustiosa para mi familia.
Puedo ir a Dignitas, pero no tengo las más de 10.000 libras que
costaría", añade.
"La gente no se da cuenta del valor de tener un plan B (la
capacidad de decidir dónde, cuándo y cómo morir). Sufro una constante y extrema
angustia mental sabiendo que no tengo un plan (una vía de escape realista para
el momento en que la vida se me haga insoportable, como seguro que ocurrirá).
La ley me ha fallado. La sociedad me ha fallado. Hay que cambiar la ley. Esa es
la razón por la que le daría la bienvenida a una enfermedad como el cáncer.
¿Dónde están los infartos cuando uno los necesita?", ironiza.
Tan sólo una semana después
de perder su última batalla ante la justicia para que se
le reconociera el el derecho a una muerte digna, el británico Tony Nicklinson,
un hombre de 58 años paralizado de cuello para abajo desde hacía siete años, ha
fallecido esta mañana por “causas naturales”. La policía de Wiltshire, su
condado de residencia en Inglaterra, parece no cuestionar el dictamen médico de
deceso por neumonía, puesto que ha declinado la apertura de una investigación.
Nicklinson llevaba siete días rechazando cualquier tipo de
alimentación cuando le sobrevino la muerte, o el final de lo que él mismo
calificó de “una pesadilla en vida”, a las 10 de la mañana (hora local). Tomó
esa decisión tras conocer la sentencia de la High Court (Alto Tribunal) en la
que tres jueces estimaban que no les corresponde a ellos modificar la
legislación según la cual “la eutanasia voluntaria equivale a un asesinato”.
Aquel día lloró ante las cámaras y denunció la “cobardía” de una justicia que
persigue a los médicos y familiares dispuestos a ayudar a morir a un paciente
terminal, aunque en la práctica ello no siempre sea así.
“Temo por el futuro y por las miserias que me acarreará”, explicó
a través de la pizarra electrónica que se había convertido en su medio de
comunicación con el mundo desde que un ataque de apoplejía le dejara sin habla
y paralizada casi todo su cuerpo en 2005. Un año antes de que Nicklinson
sufriera aquel infarto cerebral durante un viaje de trabajo en Atenas, ya había
firmado una directiva a través de la cual rechazaba cualquier tipo de
tratamiento de apoyo en el supuesto de convertirse en un enfermo terminal. La
enfermedad que le sobrevino meses después recibe un nombre bien gráfico en
inglés: ”the locked-in syndrome”, esto es, el síndrome del cautiverio.
Desde
siempre defensor del derecho a decidir sobre la propia vida, ya presa de ese síndrome se erigió en un activista para
exigir el cambio de la legislación vigente con la ayuda de sus familiares y
allegados. La prensa británica ha estado difundiendo en los últimos meses
reportajes con fotografías y relatos sobre el hombre que fue (sano y activo),
en contraste con enfermo sin esperanza en que se había convertido. Su rostro
era, por tanto, familiar entre el público británico –muy dividido sobre el
derecho o no a una muerte digna- cuando fue anunciado su fallecimiento a las
dos horas de producirse.
Tony Nicklinson presentó su caso ante la justicia en 2010, meses
después de que la también inglesa Debbie Purdy aquejada de esclerosis múltiple,
consiguiera que la Cámara de los Lores (última instancia judicial en el Reino
Unido) le dieran la razón en una primera batalla legal contra el gobierno.
Confinada a una silla de ruedas, Purdy exigía que se clarificase si su marido
sería procesado en el supuesto de que la ayudara a desplazarse a una clínica de
Suiza para poner fin a su vida considerado el momento. La sentencia avaló su
demanda y forzó a la fiscalía a modificar ciertas normas sobre el suicidio
asistido, aunque sólo para que fueran más nítidas y no hasta el punto de
descartar la penalización de aquellos que ayuden al enfermo a ejecutar la
eutanasia.
Nicklinson luchaba en los tribunales para intentar revertir esa
situación. Temía que se presentaran cargos contras sus allegados si le asistían
en su empeño de morir, porque, a diferencia de Debbie Purdy (todavía hoy dotada
de la capacidad para desplazarse en avión a Zurich), él carecía de toda
movilidad para acabar con una vida “insípida, miserable, denigrante, indigna e
intolerable”.
Hay dos vidas, la biográfica y la biológica. La segunda es la
natural, que tiene un límite espacio- temporal. La primera es una obra de arte
en la que cada uno de nosotros es un artista de su propia vida, un director de
su película, un escritor de su novela. Pero uno se encuentra con el primer
capítulo, el del nacimiento del protagonista, ya escrito. Y por tanto solo nos
queda continuar con la novela e intentar escribir el último capítulo, el de tu
propia muerte. Con frecuencia, un zarpazo nos sorprende y el libro queda
truncado porque el final no es nuestro. Otras veces, los legisladores, los
jueces, los obispos, los médicos, irrumpen y nos apartan de la dirección de la
película imponiendo escenas inacabables, de miseria y agonía, que no estaban en
el guión, en lo que se llama el encarnecimiento terapéutico, y “convierten
nuestra obra de arte, nuestra película en un bodrio lamentable”. “Porque”,
continuó su razonamiento el
filósofo Jesús Mosterín, “lo ideal no es la
inmortalidad sino la buena muerte, elegida, sin dolor, rodeado de nuestros
seres queridos y asistido por un médico competente”.
Esto es La buena muerte,
el título de la conferencia que impartió ayer el conocido pensador bilbaíno en
Claustre Obert, Mosterín sostuvo que sólo “uno
mismo es competente para juzgar si su propia vida vale la pena seguir
viviéndola”. Dejó claro que no se refería a las “fugaces depresiones
adolescentes” ni “al desánimo y cobardía ante dificultades”, sino que defiende
la posibilidad de que “personas maduras y estables ante problemas físicos
terribles e irreversibles” puedan decidir su muerte asistida. Y abogó por que
las leyes recojan ese derecho, como ya lo han hecho países como Suiza y
Holanda, y la opinión mayoritaria de la gente que se refleja en las encuestas,
aunque no en las leyes.
Como sanitarios debemos prevenir, tratar y paliar, para que la
salud vaya a mejor, prevenir
enfermedades, que la vida de nuestros pacientes sea salvada y evitar así la
muerte. Pero, ¿forma parte de nuestro trabajo prolongar el sufrimiento no solo
físico, sino psicológico y social de los pacientes?
Es muy fácil opinar cuando todo en nuestra vida está bien y no nos
sucede en propias carnes algo como el caso anterior. Dejar de disfrutar de algo
que para muchas personas es normal, como viajar con los familiares, salir a
comer, practicar deporte, no tener dolor, etc…
Creo que hoy en día son tremendamente necesarias cualidades como
la empatía y el respeto, la comprensión y la compasión, la humildad y la
solidaridad. Está claro que va a haber tantos puntos de vista como personas
estén mirando. Pero hay que saber eso y respetarlo. Pienso que la eutanasia se
debería de valorar para casos como el anteriormente comentado. Las especies han
ido evolucionando a lo largo de millones de años. Pienso que es necesario que
nos abramos más de mente porque así podremos comprender a las demás personas y
respetarlas por lo que son.
No creo en poner fin a una vida por placer.
Pero es solo
eso, mi opinión.
BIBLIOGRAFÍA:
Editorial. Regular la eutanasia.
El País. 21 de diciembre de 2012. Opinión.
Bélgica alcanza el récord de eutanasias en pleno
debate de la reforma de la ley. El País. 7 de febrero de 2013. Sociedad. Disponible
en:
Tubella P. Fallece Tony Nicklinson, británico con
parálisis que luchó por su derecho a morir. El País. 22 de agosto de 2012.
Sociedad. Disponible en: