viernes, 15 de febrero de 2013

EUTANASIA


Quería hablar de un tema muy controvertido actualmente como es la eutanasia. Pienso que a pesar de lo tabú que pueda resultar, es necesario hablar de ello.
Según la wikipedia eutanasia se define como la acción o inacción hecha para evitar sufrimientos a personas próximas a su muerte, acelerándola ya sea a sabiendas de la persona o sin su aprobación. Se puede considerar también como el hecho de morir sin experimentar dolor. La palabra deriva del griego εθανασία /euzanasía/, que significa ‘buen morir’: ε eu (‘bueno’) y θάνατος zánatos (‘muerte’).
Creo que es un tema comprometido ya que cada persona le da un significado distinto, dependiendo de las religiones o no, de interpretaciones de términos, etc.
En mi opinión sería necesario valorar la eutanasia. Para mí la eutanasia sería ayudar a poner fin de manera indolora a la vida de alguien debido a grandes sufrimientos y padecimientos de su estado de salud, siempre que la persona lo pida y sea consciente de ello. Poniéndome en la situación de algún paciente terminal, donde cada día que pasa es un continuo sufrimiento y padecimiento y saber que  te queda tiempo hasta que llegue el fin. Nadie quiere verse en esa situación. Creo que hoy en día hace falta empatía, entender a esas personas que se encuentran en una situación de sufrimiento debido a enfermedades o problemas de salud y que realmente quieren poner fin prematuramente a su vida porque saben que el resto que les queda por vivir va a ser una continua agonía, no se les permita hacerlo. ¿Es eso realmente ético? Impedir que personas tomen decisiones sobre su propia vida, ¿es eso libertad? Si yo me encontrara en una situación en la que sé al 100% que mi vida va a ser un continuo sufrimiento hasta que fallezca, querría poder disponer de los medios para poder poner fin a eso. Es mi punto de vista. ¿Por qué terceras personas tienen derecho a decidir si sigo sufriendo porque para ellos no sea éticamente correcto ayudar a poner fin a una vida? Pero ¿es ético prolongar la vida y el sufrimiento de otras personas? Está claro que si fuera algo aceptado universalmente habría leyes. También pienso y creo que se debería respetar que aquellas personas que aún estando en dicha situación y que no quisieran poner fin a su vida se debería respetar igualmente.
En la eutanasia también hay que valorar otros puntos de vista. Uno de ellos es el de la persona  personas que ayudan a poner fin a la vida. Yo personalmente  creo que es difícil poner fin a la vida de alguien. No por ello quiere decir que no haya que valorar la eutanasia en esos casos.
El punto de vista de los familiares de la persona afectada. Es cierto que nadie quiere ver morir a sus seres queridos, pero igual de cierto es que nadie quiere verlos sufrir ni agonizar.

Las tecnologías médicas pueden salvar muchas vidas, pero también prolongar el sufrimiento y la agonía de forma innecesaria. Ocho de cada 10 franceses considera conveniente legislar sobre el derecho de los ciudadanos a morir con dignidad y acelerar, si es necesario, la llegada de la muerte. De acuerdo con este estado de opinión, el Gobierno francés ha anunciado que en los próximos meses enviará al Parlamento un proyecto legislativo para regular la ayuda al suicidio y la asistencia médica en el final de la vida. Con esta decisión, Francia se dispone ahora a transitar un camino, el de la regulación de la eutanasia, que hasta ahora han recorrido en Europa muy pocos países: Bélgica y Holanda han reglamentado la eutanasia activa, mientras que Estonia y Suiza admiten la ayuda al suicidio.[1]
La cifra de eutanasias practicadas en Bélgica alcanzó un récord histórico en 2012, con un total de 1.432 casos, en pleno debate en el país sobre la posibilidad de ampliarla a los menores y a las personas que sufren enfermedades mentales degenerativas, del tipo del Alzheimer. La Comisión Federal de Control y de Evaluación de la Eutanasia registró el pasado año 1.432 eutanasias en Bélgica, un 25 % más que en el año anterior, cuando se dieron 1.133 casos, según confirmó una portavoz de ese organismo a Efe.
Asimismo, según los datos difundidos, esta práctica es más común entre la población de la región de Flandes, donde se realizó el 81 % de las eutanasias (1.156 casos), frente al 19 % en Valonia (276). La razón sería la proximidad de Flandes con Holanda, primer país europeo donde se despenalizó la eutanasia, explicó la portavoz. En concreto, la mayoría de estas prácticas se realizó en pacientes con cáncer, aunque también se aplicó a personas con trastornos neurológicos.
A pesar de las cifras, desde la institución aseguran que esta práctica es un "fenómeno marginal" en el país y que representa sólo el 2 % del total de las muertes que se producen en Bélgica anualmente.
Hace diez años, Bélgica siguió el ejemplo de Holanda, al ser el segundo país en despenalizar parcialmente la eutanasia poco después que lo hiciera el Estado vecino. La ley, que entró en vigor el 22 de septiembre de 2002, permite a los médicos aplicar la eutanasia en casos de enfermos que lo soliciten y estén afectados de dolencias incurables que les provoquen "sufrimientos físicos o psíquicos constantes e insoportables".[2]

No puede hablar, le alimentan con papillas, sufre como una humillación depender para casi todo de sus cuidadores. Pero puede pensar. El derrame le dejó intacto el intelecto, lo que multiplica de forma insoportable la esclavitud de vivir atrapado en un cuerpo inerme: "¿Estoy agradecido a los médicos porque he sobrevivido? No. Ellos no tienen que vivir con las consecuencias. Si volviera al pasado dejaría que la naturaleza siguiera su curso y no pediría ayuda".
Los avances tecnológicos no solo le ataron a la vida: también le permiten manejar un ordenador con los párpados. Puede escribir. Y manejar la televisión. Encender y apagar la luz de su habitación. O pedir ayuda cuando el no poder rascarse la oreja es insoportable.
Cuando comprendió que aquello no cambiaría, que "solo podía ir a peor", se dio dos años de reflexión sobre su futuro. En 2007 ordenó que le retiraran toda la medicación y que no le trataran si empeoraba. Y empezó a luchar para tener el derecho a suicidarse. No hoy, quizás tampoco mañana, pero seguramente pronto. Pero no se puede suicidar sin la ayuda de alguien. Y la ley británica prohíbe esa ayuda. Tony Nicklinson no quiere matarse, quiere saber que podrá morir cuando él quiera. Cree que la ley discrimina a los discapacitados físicos al no dejarles hacer algo que los demás sí pueden: elegir, libre y conscientemente, dejar de vivir.
Ha llevado su caso a los tribunales y el Tribunal Superior de Justicia ha empezado a estudiarlo esta semana pasada. El Gobierno, sin embargo, dice que esas cosas dependen del Parlamento, no de un juez. "Los políticos son unos cobardes", interviene él mientras Jane se queja de los políticos.
"Mucha gente cree que Tony quiere morir mañana, pero no es eso lo que quiere. Sabe que llegará el momento en que su vida se convierta en algo insoportable y que quiera acabar con eso. Pero no es algo inmediato. Quiere saber que, cuando llegue el momento, será capaz de hacerlo. Porque ahora mismo no puede". Él interviene en la conversación: "Para el futuro", dice. "Quiere saber que en el futuro podrá acabar con su vida".
"Los médicos dicen que no pueden hacer nada y, para mí, los cuidados paliativos no significan nada", ha escrito él en uno de sus textos. "Mis opciones son limitadas. Puedo seguir así hasta que muera (porque el Estado me dice que tiene que ser así - plan A). Puedo dejarme morir de hambre, una forma especialmente horrible de marcharse y angustiosa para mi familia. Puedo ir a Dignitas, pero no tengo las más de 10.000 libras que costaría", añade.
"La gente no se da cuenta del valor de tener un plan B (la capacidad de decidir dónde, cuándo y cómo morir). Sufro una constante y extrema angustia mental sabiendo que no tengo un plan (una vía de escape realista para el momento en que la vida se me haga insoportable, como seguro que ocurrirá). La ley me ha fallado. La sociedad me ha fallado. Hay que cambiar la ley. Esa es la razón por la que le daría la bienvenida a una enfermedad como el cáncer. ¿Dónde están los infartos cuando uno los necesita?", ironiza.[3]

Tan sólo una semana después de perder su última batalla ante la justicia para que se le reconociera el el derecho a una muerte digna, el británico Tony Nicklinson, un hombre de 58 años paralizado de cuello para abajo desde hacía siete años, ha fallecido esta mañana por “causas naturales”. La policía de Wiltshire, su condado de residencia en Inglaterra, parece no cuestionar el dictamen médico de deceso por neumonía, puesto que ha declinado la apertura de una investigación.
Nicklinson llevaba siete días rechazando cualquier tipo de alimentación cuando le sobrevino la muerte, o el final de lo que él mismo calificó de “una pesadilla en vida”, a las 10 de la mañana (hora local). Tomó esa decisión tras conocer la sentencia de la High Court (Alto Tribunal) en la que tres jueces estimaban que no les corresponde a ellos modificar la legislación según la cual “la eutanasia voluntaria equivale a un asesinato”. Aquel día lloró ante las cámaras y denunció la “cobardía” de una justicia que persigue a los médicos y familiares dispuestos a ayudar a morir a un paciente terminal, aunque en la práctica ello no siempre sea así.
“Temo por el futuro y por las miserias que me acarreará”, explicó a través de la pizarra electrónica que se había convertido en su medio de comunicación con el mundo desde que un ataque de apoplejía le dejara sin habla y paralizada casi todo su cuerpo en 2005. Un año antes de que Nicklinson sufriera aquel infarto cerebral durante un viaje de trabajo en Atenas, ya había firmado una directiva a través de la cual rechazaba cualquier tipo de tratamiento de apoyo en el supuesto de convertirse en un enfermo terminal. La enfermedad que le sobrevino meses después recibe un nombre bien gráfico en inglés: ”the locked-in syndrome”, esto es, el síndrome del cautiverio.
Desde siempre defensor del derecho a decidir sobre la propia vida, ya presa de ese síndrome se erigió en un activista para exigir el cambio de la legislación vigente con la ayuda de sus familiares y allegados. La prensa británica ha estado difundiendo en los últimos meses reportajes con fotografías y relatos sobre el hombre que fue (sano y activo), en contraste con enfermo sin esperanza en que se había convertido. Su rostro era, por tanto, familiar entre el público británico –muy dividido sobre el derecho o no a una muerte digna- cuando fue anunciado su fallecimiento a las dos horas de producirse.
Tony Nicklinson presentó su caso ante la justicia en 2010, meses después de que la también inglesa Debbie Purdy aquejada de esclerosis múltiple, consiguiera que la Cámara de los Lores (última instancia judicial en el Reino Unido) le dieran la razón en una primera batalla legal contra el gobierno. Confinada a una silla de ruedas, Purdy exigía que se clarificase si su marido sería procesado en el supuesto de que la ayudara a desplazarse a una clínica de Suiza para poner fin a su vida considerado el momento. La sentencia avaló su demanda y forzó a la fiscalía a modificar ciertas normas sobre el suicidio asistido, aunque sólo para que fueran más nítidas y no hasta el punto de descartar la penalización de aquellos que ayuden al enfermo a ejecutar la eutanasia.
Nicklinson luchaba en los tribunales para intentar revertir esa situación. Temía que se presentaran cargos contras sus allegados si le asistían en su empeño de morir, porque, a diferencia de Debbie Purdy (todavía hoy dotada de la capacidad para desplazarse en avión a Zurich), él carecía de toda movilidad para acabar con una vida “insípida, miserable, denigrante, indigna e intolerable”.[4]

Hay dos vidas, la biográfica y la biológica. La segunda es la natural, que tiene un límite espacio- temporal. La primera es una obra de arte en la que cada uno de nosotros es un artista de su propia vida, un director de su película, un escritor de su novela. Pero uno se encuentra con el primer capítulo, el del nacimiento del protagonista, ya escrito. Y por tanto solo nos queda continuar con la novela e intentar escribir el último capítulo, el de tu propia muerte. Con frecuencia, un zarpazo nos sorprende y el libro queda truncado porque el final no es nuestro. Otras veces, los legisladores, los jueces, los obispos, los médicos, irrumpen y nos apartan de la dirección de la película imponiendo escenas inacabables, de miseria y agonía, que no estaban en el guión, en lo que se llama el encarnecimiento terapéutico, y “convierten nuestra obra de arte, nuestra película en un bodrio lamentable”. “Porque”, continuó su razonamiento el filósofo Jesús Mosterín, “lo ideal no es la inmortalidad sino la buena muerte, elegida, sin dolor, rodeado de nuestros seres queridos y asistido por un médico competente”.
Esto es La buena muerte, el título de la conferencia que impartió ayer el conocido pensador bilbaíno en Claustre Obert, Mosterín sostuvo que sólo “uno mismo es competente para juzgar si su propia vida vale la pena seguir viviéndola”. Dejó claro que no se refería a las “fugaces depresiones adolescentes” ni “al desánimo y cobardía ante dificultades”, sino que defiende la posibilidad de que “personas maduras y estables ante problemas físicos terribles e irreversibles” puedan decidir su muerte asistida. Y abogó por que las leyes recojan ese derecho, como ya lo han hecho países como Suiza y Holanda, y la opinión mayoritaria de la gente que se refleja en las encuestas, aunque no en las leyes.[5]

Como sanitarios debemos prevenir, tratar y paliar, para que la salud  vaya a mejor, prevenir enfermedades, que la vida de nuestros pacientes sea salvada y evitar así la muerte. Pero, ¿forma parte de nuestro trabajo prolongar el sufrimiento no solo físico, sino psicológico y social de los pacientes?
Es muy fácil opinar cuando todo en nuestra vida está bien y no nos sucede en propias carnes algo como el caso anterior. Dejar de disfrutar de algo que para muchas personas es normal, como viajar con los familiares, salir a comer, practicar deporte, no tener dolor, etc…
Creo que hoy en día son tremendamente necesarias cualidades como la empatía y el respeto, la comprensión y la compasión, la humildad y la solidaridad. Está claro que va a haber tantos puntos de vista como personas estén mirando. Pero hay que saber eso y respetarlo. Pienso que la eutanasia se debería de valorar para casos como el anteriormente comentado. Las especies han ido evolucionando a lo largo de millones de años. Pienso que es necesario que nos abramos más de mente porque así podremos comprender a las demás personas y respetarlas por lo que son.
No creo en poner fin a una vida por placer.
Pero es solo eso, mi opinión.




BIBLIOGRAFÍA:


[1] Editorial. Regular la eutanasia. El País. 21 de diciembre de 2012. Opinión.

[2] Bélgica alcanza el récord de eutanasias en pleno debate de la reforma de la ley. El País. 7 de febrero de 2013. Sociedad. Disponible en:

[3] Oppenheimer W. ‘No agradezco al médico estar vivo’. El País. 29 de enero de 2012. Sociedad. Disponible en: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/01/27/actualidad/1327691439_886129.html

[4] Tubella P. Fallece Tony Nicklinson, británico con parálisis que luchó por su derecho a morir. El País. 22 de agosto de 2012. Sociedad. Disponible en:

[5] Bono F. “El ideal posible es la buena muerte, no la inmortalidad”. El País. 13 de junio de 2012. Comunidad Valenciana. Disponible en: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/06/13/valencia/1339617632_640137.html

1 comentario:

  1. Hola Jorge
    Un tema muy interesante. Es por ello, que para defenderlo y reflexionar, no podemos apoyarnos en Wikipedia o en un único periódico (una única visión)

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